¿Dónde canta mejor un pájaro?

En su propio árbol ancestral.

Sin necesidad de creer en la reencarnación de las almas, ni quizá tampoco en el karma en un sentido demasiado estricto, pienso que hay algo así como una reencarnación de lo vivido, generación tras generación y un karma que vamos heredando, genealógicamente hablando, desde nuestros antepasados.

Cuando hablo de "reencarnación de lo vivido", quiero decir, más o menos, una vuelta a poner en escena, con cada nacimiento, de los conocimientos, de las experiencias, de las vivencias... de un cierto aprendizaje que recibimos de la mano de los que nos precedieron en la vida de nuestro árbol familiar.

Y cuando digo "karma", lo digo consciente de la carga de esta palabra...

Si karma es una energía que se pone en movimiento a partir de nuestros actos... una carga que trasciende el acto y que nos trasciende... quizá no haga falta pensar que esa energía nos condiciona en sucesivas reencarnaciones de nuestro propio espíritu... Bastaría con aceptar, aunque sea por unos minutos, que la energía que han puesto en movimiento nuestros antepasados a través de sus actos, nos está condicionando a nosotros en calidad de legítimos sucesores y herederos hoy,  en nuestra vida actual. Al fin y al cabo, esto sólo demanda pensar darle al término "herencia" un sentido un piquitín más amplio que aquél que sólo refiere a los bienes y deudas materiales que hace al acervo desde la perspectiva del derecho sucesorio.

Yo creo en esta herencia, vista de aquel modo ampliado. Creo que los gustos y las inclinaciones se heredan, así como se heredan las tendencias y los miedos y los traumas. Tengo más de un indicio de que esto es una gran verdad y si no fuera por lo vanales que pueden sonar mis propios ejemplos, daría unos cuantos... comenzando por el hecho de que mi hija adora comer mortadela, igual que su abuelo, al que prácticamente no conoció y quién que tampoco sabía que el plato típico de la cuna más reciente de sus antenati tenía como principal ingrediente, carne de equino molida... Otro día vemos esto del plato típico. A lo que voy es que si como especie hemos heredado el temor a la oscuridad y la preferencia por el día y el agradecimiento respetuoso por el fuego... hay un montón de cosas que, sin necesidad de estar escritas en el ADN colectivo, bien pueden estarlo en nuestro ADN familiar -porfi, ayuda de algún genetista... se acepta.

Esto está escrito para todos aquéllos que no tengan idea cierta de por qué les fascina aventurarse en la historia de la familia y sienten -o se les hace sentir- que están obsesionados con el tema... quizá sea que somos los encargados de descubrir cuál es el karma genealógico que hemos heredado de nuestros antepasados... y resolverlo, tomando consciencia de que, quizá, las consecuencias de los actos que realizamos en vida no las enfrentamos necesariamente en esta vida o reencarnando en sucesivas, sino que, simplemente, lo que no resolvimos se lo pasamos a las generaciones venideras... de nuestra propia sangre.

Para reflexionar, no? Sobre todo recordando que, por ahí en la Biblia, se menciona que los pecados de los padres los pagan sus descendientes... hasta determinada generación. Y también recordando que no hay karma mayor, genealógicamente hablando, que aquél de Adán y Eva, con su asunto ante el árbol del conocimiento, del bien y del mal y la benemérita y consabida... manzanita.

Desde esta perspectiva, nuestros antepasados no sólo nos duelen, como decíamos en uno de los posteos primeros... A estas alturas creo que nuestros antepasados, con derecho o sin derecho, nos reclaman, como nosotros les reclamamos a ellos y nos reclamarán a nosotros los que vengan detrás...hasta que la energía que se puso en movimiento una vez, con algún propósito, logre cumplir ese cometido.


sitio de donde hemos tomado la imagen que acompaña este posteo.-